HOLOCAUSTO 1645

a. e. barrios

And much of Madness, and more of Sin,
And Horror the soul of the plot.
Poe.


1. Elizabeth
La guerra civil devastaba el reino desde hacía tres largos años. Jamás una guerra había sido tan brutal y tan espantosa. Los defensores de la corona y los parlamentaristas luchaban ferozmente regando de sangre y horror rojo las verdes praderas de la bella Inglaterra.
La lisiada anciana se encontraba tranquila en su casa, acariciaba a Sam, su gato, que ronroneaba sobre su regazo cuando escuchó los golpes a la puerta, fuertes, apresurados. Sin esperar a que tomara siquiera su bastón la puerta se abrió violentamente de un golpe brutal. Un par de hombres entraron y le preguntaron si era Elizabeth Clarke. Más personas irrumpieron en su casa, en medio de la confusión escuchó cómo se le acusaba de bruja y de haber hecho pacto con el diablo, un hombre la tomó del cuello y la tiró al piso, Sam salió huyendo. ¿Qué dices, bruja?, ¿qué dices? Elizabeth Clarke sentía ahogarse, el aire se alejaba de su pecho aplastado por la despiadada bota de aquel hombre.
La sacaron sometida mientras sus vecinos observaban, de vez en cuando sentía un empujón violento sobre su espalda. La llevaron hasta el río, una multitud se había juntado a observar aquel insólito espectáculo. Con un golpe que sacó volando su último diente bueno la tiraron al fango. Entre dos hombres la amarraron con sus brazos abrazando su única pierna doblada sobre su pecho, atados los pulgares al dedo gordo del pie. Le pasaron una soga por la cintura y la atoraron a al brazo de un roble que se doblaba como tomando el afluente. Un hombre jaló de la soga y la vieja voló, luego la soltó sobre el agua. Elizabeth Clarke tragó agua espesa y por un segundo estuvo segura de que ese sería el momento de su muerte, pero sintió de nuevo el tirón en su cintura y salió a la superficie, donde la multitud hizo una rara exclamación. Sintió caer de nuevo y tomó un poco de aire. El vacío del agua era la antesala de la nada. El reino de la oscuridad completa se extendía infinito. El tirón de nuevo. La superficie. Gente. Ojos. El caer, el vacío, el agua, la muerte. Elizabeth Clarke volvió a salir del agua y aún vivía, por lo que alguien comentó que era el rechazo del agua lo que la hacía flotar de forma tan antinatural.
Después de esto la encerraron en una celda aislada donde hicieron que se desnudara por completo, el muñón de su pierna amputada asqueó a sus verdugos y la golpearon salvajemente hasta dejarla casi inconsciente, sin fuerzas para suplicar, sólo quería dormir. Dormir un sueño profundo y suave, un sueño calmo que la remontara a otra época, a otro lugar remoto y apacible, lejos de este frío calabozo en que se hallaba, pero nunca la dejaron, cada vez que cerraba los ojos sentía el agua fría o el golpe seco en sus partes nobles.
Como no confesaba su pacto con el diablo, los verdugos le dijeron que se preparara para la pinchada, Elizabeth Clarke no supo a qué se referían y ya ni siquiera tenía fuerzas para suponer lo peor. Aquel hombre de la capa se quitó el sombrero y le explicó que por no haber confesado las cosas que ya se sabían procedería a buscar la marca del demonio. Le mostró una serie de alfileres y agujas que aterrorizaron el menguado ánimo de Elizabeth Clarke. La idea de este procedimiento, le decía con parsimonia aquel hombre, es localizar la zona en que la marca está guardada, ¿cómo localizarla?, por lo general es una zona insensible que no produce sangrado, puede estar en cualquier parte del cuerpo, pero es más común encontrarlas en los órganos reproductores, por lo tanto comenzaremos en dicho lugar. Elizabeth Clarke profería gritos de terror y el dolor y la sangre inundaban su cuerpo, no hubo perforación que no sangrara profusamente y le produjera un terrible dolor.
Con su cuerpo desnudo lleno de sangre y laceraciones la hicieron que se sentara en una mesa, le pusieron el pedazo de pierna amputada bajo la pierna buena y así la amarraron, de tal minuciosa manera que la vieja no fue capaz de moverse un centímetro durante las siguientes veinticuatro horas, después de las cuales la sacudieron calambres tan fuertes que la hicieron temblar hasta caer de la mesa, gritando y blasfemando, y rogando a dios una salida, ¿por qué, dios mío? Abrieron la puerta del calabozo hombres que la golpearon para que se callara, luego la comenzaron a desatar. Cuando pudo destrabar sus piernas un terrible calambre le traspasó todo el cuerpo, tan doloroso que creyó que aquello era la muerte que tomaba al fin su cuerpo. Pero la muerte aún no llegaba. Entre dos hombre la hicieron caminar por horas desnuda como estaba y descalza por el suelo asqueroso de la celda, hasta que su pie se llenó de ampollas y comenzó a sangrar, los hombres la echaron al suelo. Y ella imploró que la muerte llegara pronto, que no tardara.
Cuando estaba por sumirse en la acogedora realidad de un sueño, el agua fría la trajo de vuelta a la mazmorra. Se asustó al ver de nuevo al hombre aquel, pero no tuvo las fuerzas para hacer la más mínima expresión. Creyó escuchar que le hablaba, le decía: ¿cómo conociste al diablo?, pero era una voz lejana, de otro mundo. Como se conocen a todas las personas, escuchó decir a alguien que no era ella, pero aquella voz había salido de ella. Que quede asentado que la acusada ha confesado su diabólico pacto, escuchó decir con confusa voz al hombre que ya salía de la celda, y ella recibía otra vez los golpes y las patadas de aquellos crueles verdugos.
Durante la noche comenzó a sufrir la transformación, primero su boca, que comenzaba a alargarse hasta formar una trompa, un hocico en forma de pequeña probóscide, su dorso comenzó a endurecerse e hincharse, sus piernas comenzaron a encogerse, se le calló un dedo de cada mano y dos de cada pie, y un tupido pelaje corto y negro cubrió toda su piel.
Gracias a su confesión se aprehendieron otras cinco mujeres que habían pactado con el demonio, Anne West y su hija Rebecca, Anne Leech, Helen Clarke y Elizabeth Gooding. Elizabeth Clarke fue colgada, al igual que su madre años atrás, por brujería.


2. Hopkins
Sucedió hace muchos años. A principios del siglo XVII, buscaban la reforma completa de la Iglesia de Inglaterra para amoldarla a sus creencias. Esto provocó una persecución en toda Inglaterra, llegando incluso a considerárseles fuera de la Iglesia (1665). Con las primeras oleadas de emigrantes a América del Norte, salieron muchos de ellos hacia el nuevo mundo donde podían profesar su fe en la más completa libertad. Nueva Inglaterra será el lugar donde se fundará la mayor cantidad de sus comunidades y donde se vivirá un auténtico auge de sus creencias, formando en buena parte el carácter de muchos de los territorios de lo que sería más tarde los Estados Unidos de América, estamos hablando obviamente de los puritanos, aquellos a los que Hawthorne tanto tildó de fundamentalistas. Pero hoy nos ocupa un puritano en particular, que allá por el remoto año de 1646, en un pequeño pueblo de Suffolk, quizá Stowmarket, un pueblo caracterizado por su honradez y su austeridad, yacía completamente borracho en una posada con cerveza de muy buen sabor. Su nombre era Matthew Hopkins y su visión ya estaba nublada por el alcohol, hablaba amargamente con su asistente Jack Stearne y la pinchadora Goody, sobre las quejas de muchos ciudadanos por el impuesto antibrujas.
-Pero qué tan cerca de dios o del diablo estarán, les pregunto a los imbéciles, y no les queda de otra, no les queda de otra.
-Son unos idiotas, jefe, yo creo que han hecho pacto.
-Son todas esas mentiras que se encarga de difundir ese viejo ignorante de Great Staughton. La gente comienza a creer en sus idioteces.
-Ese viejo Gaule no sabe nada de brujas, o no, tal vez eso es lo que quiere que creamos, tal vez tiene pacto.
-Por la corona, Jack, para ti todos deben de haber pactado con el maligno –dijo la temblorosa Goody.
-Cállate, Goody, que si hicieras bien tu trabajo habrías encontrado alguna marca esta semana.
-¡Cada vez son más imperceptibles!
-Tal vez si no hicieras tu trabajo completamente ebria, sabrías encontrar algo.
-John, por favor –intervino Hopkins–, desde que está con nosotros, Mary siempre ha hecho bien su trabajo. No sigan.
El hombre que había solicitado su presencia en Stowmarket llegó, y sin previo saludo le extendió un bolso.
-Aquí está su pago y los nombres de estas personas.
Hopkins tomó con alegría el bolso:
-Su recompensa será grande en el cielo –sentenció con solemnidad.
El hombre salió sin decir más.
-Aquí está la muestra de que hace bien su trabajo –dijo Hopkins sonriendo, mostrando el bolso triunfante, luego se replanó en el respaldo de su silla.
Ja ja ja, rieron los tres.
-Traime otra cerveza, preciosa –pidió Jack mostrando su sonrisa de tres dientes.
Hopkins pareció abstraerse de la realidad clavando su vista en el tarro medio vacío de cerveza, su cerveza que había dejado de probar ya no recordaba desde cuando.
-Viste cómo nos vieron esos riquillos de Ipswich, Goody –dijo Jack súbitamente serio–, se les veía el miedo, malditos, de seguro han pactado, quiero ir por ellos.
-Tampoco podemos acusar a todos, tonto –dijo Goody–, quién crees que son los que pagan nuestros servicios, ¿los pobres?, no, ¿verdad?, son los ricos, idiota, despierta.
-¡Cállate, bruja, no te atrevas a insultarme, tú eres la que hizo pacto, bruja!
-¡Cállate, no te pongas así, bruto!
-¡Ya cállense los dos! ¡Me tienen harto! –Hopkins se levantó de la silla de un movimiento, pero como si se desinflara cayó de nuevo en la silla y posó su cara en la mesa a un lado del tarro.
-Preciosa, por favor, acompaña al general a su habitación. No, el bolso se queda aquí, tú acompáñalo. Vamos, general, ya es hora de dormir, esta belleza lo va acompañar.
-Bueno, caballeros, damas, me retiro, buenas noches, cuiden bien los honorarios –y tropezándose, sin abrir los ojos, Hopkins se retiró sosteniéndose en aquella joven prostituta.
-Deberías de largarte también, Goody, no tengo ganas de estar viendo tu horrible cara.
-¡Vete al diablo, imbécil!
-No estoy jugando, Goody, si no te vas te voy a estrellar este puño contra tu nariz con todas mis fuerzas las veces que necesite para sacar todo el coraje que tengo en mí.
Goody se levantó:
-Estás loco.
-No, nada más soy más fuerte que tú.
Goody salió.
-¿Oye, preciosa, por qué no dejas esos platos y vienes conmigo?
-¡Señor, yo sólo soy cocinera!
-La cocinera más hermosa que han visto este par de ojos que han atravesado la grandiosa Inglaterra, tan grande y diversa que en un pequeño pueblo de Suffolk han hallado a la cocinera más bella del reino.
-Estamos en Stowmarket, señor.
-Lo sé, lo sé. Ven.
La ciñó de la cintura y la sentó en sus piernas con violencia, la joven cocinera gritó. Calló su grito de un puñetazo que le partió los labios.
-No grites. ¿Sabes cómo se puede identificar a una bruja? Por lo general las brujas se ven deformes, son feas, han enfermado por sus hechizos, son viejas de cientos de años, a esas se les detecta con cierta facilidad, tienen características externas. Pero hay otras que no son así, por el contrario se ven de lo más normales, como tú –la apretó con más fuerza–, algunas incluso son hermosas, como tú. Te voy a decir cómo se detectan esas brujas: si sientes el “calor” en el miembro, esa tentación demoníaca, y éste se endurece, es una clara prueba de la presencia del demonio. Yo siento eso contigo. No llores, si no quieres que te lastime, no llores. Esto se puede resolver de dos formas: puedo presentar la acusación de que hay clara evidencia de presencia demoníaca en tu persona y por lo tanto enjuiciarte por brujería y pacto con el diablo; y, por otro lado, puedes complacer a Satanás esta noche, puedes dejar que se satisfagan todos los caprichos del Príncipe de las Tinieblas sobre la disposición de tu cuerpo y sus orificios, bruja. Porque sabes quienes somos, ¿no es así? Y sabes quién es mi general, ¿no es cierto? –la joven cocinera miró los ojos rojos encendidos de aquel hombre brutal y vio en ellos el destello diabólico de la perdición, el terror recorrió todo su ser y su voluntad acabó rendida– ¡Matthew Hopkins, maldita sea! ¡Matthew Hopkins, General Buscabrujas! ¡El más grande bastardo que ha dado Inglaterra jamás! (1)



(1) En marzo de 1645, sin más conocimiento sobre brujería que el detallado en la Demonología de King James primero (Edimburgo, 1597), El maravilloso descubrimiento de brujas en el condado de Lancaster de Thomas Potts (Londres, 1613) y Una guía para el gran jurado de Richard Bernard (Londres, 1627, 1629), Matthew Hopkins (1619?-1647?) comenzó su lucrativa carrera como el “General Buscabrujas”. Junto con sus secuaces, y en sólo 14 meses, Hopkins fue responsable por la condena y ejecución de más de 230 supuestas brujas.
Montague Summers (1880-1948) un sacerdote católico, eminente catedrático del Trinity Collage de Oxford, prolífico autor que escribió extensivamente sobre el lado oscuro de la brujería, demonología y vampirismo, y que creía empecinadamente que las brujas eran sirvientes de Satanás, y que merecieron todos los castigos que recibieron a través de la historia, describe a Matthew Hopkins como “un puritano ortodoxo fundamentalista, fundamentalismo adoptado por conveniencia, más que por convicción, tenía tanta energía como le concernía a sus bolsillos, y su cruzada, de un lado a otro por los condados orientales, que creó algo así como un reino de terror en la época, ha hecho que su nombre hieda en las narices de todas las personas decentes desde entonces.”




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